sábado, 11 de octubre de 2014

Dandi Argentino: Lucio V. Mansilla


Y pasó la feria del libro por Córdoba, pero no sin dejarme algunas horas de buena compañía… o al menos de lectura.
Me refiero a “El gran libro del dandismo”, una compilación Editora Mardulce, que reúne el “Tratado de la vida elegante” de Honoré de Balzac, “El pintor de la vida moderna” de Baudelaire, y “Del dandismo y de George Brummell” de J.A. Barbey d’Aurevilly, prologado por mi estimado Alan Pauls.

Lo cierto es que si bien aún no he avanzado demasiado con la lectura, y aunque el “Tratado” de Balzac me está deleitando, me llamó poderosamente la atención una cita de Lucio Mansilla en el prólogo de la edición: “Soy el hombre de mi facha y de mi fecha”. Imposible no poder indagar un poco mas sobre este personaje, que al parecer es uno de los pocos Dandis criollos reconocidos.
Lucio V. Mansilla - daguerrotipo

Lucio Victorio Mansilla, hijo de Lucio Mansilla, guerrero de la independencia argentina y militar federal destacado en las luchas civiles del litoral, y de Agustina Ortiz de Rosas “La belleza de la Federación”- la hermana menor del “Restaurador” Juan Manuel de Rosas-, nace el 23 de diciembre de 1831. 

Lucio Norberto Mansilla (Oleo de Goulu) - Agustina Ortiz de Rosas de Mansilla (Óleo de García del Molino)

Mansilla pertenecía al linaje de estancieros dueños del país -y, sobre todo, de su provincia más rica, Buenos Aires-, señores feudales de horca y cuchillo, apenas atemperados sus excesos por la lenta infiltración de usos y costumbres de los dos países rectores de Europa, o sea, del mundo en el siglo XIX: Inglaterra y Francia.
Agustina Rosas de Mansilla, con su hijo Lucio-Acuarela de Enrique Pellegrini, 1835

Sus primeros años trascurrirían en Buenos Aires, allí realizará sus primeros estudios Una educación fundamentada, como era de rigor entonces, en las humanidades clásicas, pero bastante dispersa, y el ya apuntado rango social lo llevaban a ser un gran señor dedicado, como quería su padre, al comercio de carnes, producción básica de las vastas posesiones familiares.
Ya en su adolescencia se involucra en algunos romances- que incluyen intentos de fuga y retiros en casa de sus tíos en el interior para alejarlo de estos idilios, en uno de los cuales enamora a una de sus primas- que terminarán por enviarlo al asiento militar de su padre, y a la edad de 17 años a un viaje de negocios a India en el que se sabe hizo de todo menos los negocios que le encargaron. 
Luego siguió su viaje a Egipto, hasta el Cairo, y luego Europa. En París, se dedica a la vida galante, y comienza a redactar un diario desde 1850, más tarde utilizaría estos recuerdos en sus famosas Causeries.
Un año después decide regresar a Buenos Aires, porque le llegan noticias inquietantes a cerca de la inminente caída de Rosas y teme por su familia.

"Desembarcó -informa su biógrafo, Enrique Popolizzio- luciendo vestimenta extraña y fastuosa: pantalones angostísimos, llamativa levita muy larga, sombrero de copa alta, reluciente y puntiaguda". Desde el puerto, una turba de chiquilines asombrados y burlones lo sigue hasta la casa paterna, en la esquina de las actuales Suipacha y Alsina. No habían visto nada, todavía. Para ir a saludar al tío Juan Manuel y a la prima hermana Manuelita, en la residencia de Palermo, el dandi porteño se vistió así: pantalón gris perla, levita azul, chaleco rojo (naturalmente) con botones de esmalte, corbata de raso azul, de doce vueltas, alfiler de zafiro, botas angostas de charol, guantes amarillos y la famosa galera de felpa.
"Mama" Agustina le sugirió usar, en vez del zafiro, un alfiler con la cabeza de Minerva labrada en coral; Lucio Victorio la prendió en la solapa, manifestando así, desde temprano, su desdén de las convenciones y su certeza de que la moda la impondría él. Su propia moda, claro.
Es de imaginar la sorpresa que atuendo semejante provocó en el cortejo que escoltaba a Manuelita. Estas excentricidades le valdrían el mote de algunos de “Dandy” e incluso “principe de las pampas”.




Retrato de Manuela Rosas- 
Óleo de Prilidiano Pueyrredón(1851)

La caída de Rosas no sólo perturbó las finanzas familiares. Lucio Mansilla padre, guerrero de la Independencia y honorable defensor en la Vuelta de Obligado frente a las escuadras combinadas de Francia e Inglaterra, resolvió alejarse por un tiempo de las costas del Plata y emprendió viaje a España con su hijo mayor. Del exilio guardará Lucio hijo el recuerdo de las veladas con los colegas de su padre que habían intervenido en la guerra contra Napoleón. Soldados encallecidos que evocaban sin tapujos, con la franca contundencia de la lengua española, los horrores de la contienda, tal como los registró Goya para siempre. De Madrid fueron a París, y allí los argentinos conocieron y trataron al inminente Napoleón III, todavía presidente de una Francia que se ponía mansamente a sus pies, y a su cortejada, la bella Eugenia de Montijo. Quiere la leyenda que Mansilla padre haya aconsejado a la noble andaluza aceptar la oferta matrimonial del emperador.


Ya reinstalado en Buenos Aires contrae matrimonio, con su prima de Chascomús, Catalina de Rosas y Almada, el 18 de septiembre de 1853. Por entonces se dedicará al perdiosimo, participará de la vida política argentina y a la diplomacia, llegando a Diputado, y se incorpora al ejército como Capitán, lo que no le impide continuar su labor periódística y sus inquietudes intelectuales, escribiendo un “Reglamento para el ejercicio y maniobras del Ejército Argentino”, una década después decide probar suerte en el teatro con “Gull o Una venganza africana”( pieza que obtuvo un éxito extraordinario), y en colaboración con su íntimo amigo Domingo Sarmiento traduce “París en América”.

Lo fascinaban los inventos, los avances de la técnica, las exploraciones de continentes todavía vírgenes. Una curiosidad ilimitada espoleaba a su poderosa inteligencia. Hijo de su tiempo, se interesó tanto por la presunta ciencia de la frenología -reconocimiento del carácter de una persona por las características de su cráneo- como por la electricidad, la incipiente investigación del átomo, las andanzas de los espiritistas. Más que la naturaleza, las artes (cuya reina era, para él, la pintura), la física, la química, lo atraían las personas.

Militar y diplomático, El General Mansilla trata de establecer la paz con las tribus ranqueles, lleva a cavo con éxito la misión encomendada por Sarmiento de estirar las fronteras hasta Río Quinto. Mansilla lucha por la incorporación de los indígenas a la vida civilizada, de estas experiencias surge su libro más famoso “Una excursión a los indios ranqueles”.

De uno de sus viajes a Europa recordará la exclamación de una dama francesa:"¡Qué hermoso debe de ser con sus plumas!", cuando le informaron que el caballero, tan apuesto y elegante, que en aquella fiesta en París le había llamado la atención hasta el punto de requerir -discretamente- sus datos, era un militar argentino. Vaya imagen tenían en Europa de Argentina -poblada de salvajes, como las alegorías y tapices que decoraban los muros de sus palacios-, y que sorpresa encontrar semejante embajador.
Su vida continúa como una novela: en medio de la peste de 1871 es atacado a balazos por uno de sus ex ayudantes, es nombrado intendente militar de Córdoba y San Luis, y luego gobernador de Chaco, se bate a duelo (dando muerte a su contendiente con un balazo en el corazón), enferma y viaja a Argel, es encarcelado por enfrentar a Roca (a quien había apoyado en su campaña presidencial), siempre brillando en la sociedad porteña por su encanto personal y elegancia. Protagonista absoluto de todo lo que escribió, encarnación suprema del narcisimo, y transgresor: muchas veces lo traicionaba el impulso irresistible de imponer su criterio por encima de normas y leyes, convencionales, si se quiere, pero vigentes. Aún en su faceta militar cubría su siempre impecable uniforme reglamentario con una capa de paño rojo que destacaba su individualidad y elegancia.



En los ’90 repartirá su tiempo entre París y Buenos Aires, la Argentina ya no es el país dirigido por las minorías selectas que fueron el circulo de sus amistades, y verá como se desvanecen sus anhelos políticos. Aún, fiel a su espíritu de Romántico escribe sus memorias, se enamora de Mónica Torromé (una viuda de sociedad a quien dobla la edad) con quien se casa en Westminster, y hasta es uno de los aventureros que practica ciclismo.


El fotógrafo de moda por entonces, el inglés Witcomb, lo retrató, mediante un truco con espejos, sentado a una mesa en animada conversación consigo mismo. ¡Cuánto le habrá complacido al general esa reiteración de elegantes, idénticos Mansillas, cuatro o cinco, contándose y volviéndose a contar las infinitas anécdotas de una vida increíblemente rica en peripecias, en aventuras, en personajes curiosos!





En París vuelve a la vida social, y luego de idas y venidas a Buenos Aires, permanece en Francia desde donde remite sus crónicas a El Diario de Láinez y concluye sus Memorias, y allí fallece el 8 de octubre de 1913.


Un personaje fascinante este que estoy conociendo y que antes solo me sonaba como el nombre de una calle. El único problema es que ahora me dan ganas de leer sus Causeries y suspender a Balzac-Baudelaire-Barbey dÁurevilly.



Del material que encontré en la web,y que he incluído en esta publicación, el artículo "Lucio Victorio Mansilla, el príncipe de las pampas" de Ernesto Schoo para La Nación.com, me pareció simplemente maravilloso y recomiendo su lectura.

Fuentes:
http://web.clarin.com/ciudades/Lucio-Mansilla-dandi-nacional_0_544145702.html
http://www.lanacion.com.ar/215876-lucio-victorio-mansilla-el-principe-de-las-pampas
http://www.lanacion.com.ar/1632161-dandismo-la-actitud-como-una-obra-de-arte
http://es.wikipedia.org/wiki/Lucio_V._Mansilla

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